«… y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos» (Números 13:33).
Es común que, en algún momento de la vida, enfrentemos pensamientos de inseguridad o nos sintamos menospreciados. A veces, al mirarnos en el espejo o al compararnos con los demás, olvidamos una verdad fundamental: somos creación de Dios, hechos a Su imagen y semejanza. Este devocional busca recordarte tu verdadero valor a través de los ojos de tu Creador.
El relato encontramos en Números 13:33 nos muestra cómo la percepción de inferioridad no solo distorsionó la forma en que se veían a sí mismos estos hombres, sino que también limitó su confianza en Dios. ¿Cuántas veces nuestra percepción negativa nos lleva a dudar de las promesas de Dios?
El complejo de inferioridad es como un espejo roto que refleja una imagen distorsionada de quién eres. Pero el Señor te invita a mirarte a través del espejo de Su Palabra. En Salmos 139:14, el salmista declara: «Te alabaré, porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien». Cada aspecto de ti fue diseñado con amor y propósito.
El enemigo querrá que vivas en la cueva de la autocompasión, pero Jesús vino a dar vida, y vida en abundancia (Juan 10:10). No eres un error ni un accidente. Tu valor no depende de logros, apariencias o la aprobación de los demás, sino del hecho de que fuiste comprado con la sangre de Cristo. Su sacrificio en la cruz es la mayor prueba de cuánto te ama.
No permitas que los sentimientos de inferioridad opaquen la verdad de quién eres en Cristo. Eres único, amado y valioso. Cuando esos pensamientos de duda regresen, recuerdas las promesas de Dios sobre tu vida. Mira al espejo y recuerda que eres Su obra maestra, un trofeo de Su gracia. Vive confiado en tu identidad como hijo o hija del Rey, con alegría y plenitud, glorificando a Aquel que te hizo.
Oración de hoy:
Señor amado, gracias por recordarme que soy tu creación perfecta. Ayúdame a encontrar mi valor en tu amor y tu sacrificio. Renueva mi mente para que pueda vivir con confianza, sabiendo que soy hijo(a) del Rey. Llena mi corazón de gratitud y permíteme glorificarte con cada aspecto de mi vida. En el nombre de Jesús, amén.